Ansiedad en los jóvenes adultos (18-25 años) en EE. UU.

Fuente: U.S. National Survey on Drug Use and Health

Recuerdo que, con la misma edad, me fui de viaje escolar durante dos semanas y mandamos una simple postal a nuestros padres. No creo que ninguno se preocupara en ningún momento. Se imaginaban que si ocurría algo verdaderamente relevante les avisarían. Cuando volvimos teníamos muchas anécdotas que contarles. No habían recibido previamente un reportaje exhaustivo de nuestro viaje.

Generación ansiosa

Paradójicamente, y aunque no se les escape ningún detalle de la vida de sus hijos, los padres de hoy están más preocupados. En el episodio Arkangel de la serie Black Mirror, una madre inquieta por lo que le pueda pasar a su hija termina implantando un dispositivo en su retina que le permite monitorear todo lo que ella ve y ocultarle lo que le pueda dar miedo. Este clima de ansiedad permanente termina siendo dañino para las dos.

Este fenómeno no se limita a la ficción o a mis observaciones personales y es el que analiza el psicólogo Jonathan Haidt en su libro recién publicado, The Anxious Generation (sale el 29 de mayo en España). Haidt es uno de los expertos que mejor ha documentado el deterioro de la salud mental de los niños y adolescentes en la última década, estableciendo su vínculo con la tecnología digital.

El argumento novedoso de Haidt es que esta tendencia se explica en buena parte por una combinación entre la desprotección de los niños y adolescentes en el mundo digital y su sobreprotección en el mundo físico.

De cierta manera, estamos aprisionando a los más jóvenes y a cambio hemos equipado sus celdas con un acceso ilimitado a internet. En el poco tiempo que tienen el derecho de pasar en el patio de la prisión, siempre está un adulto detrás.

Los niños buscan en sus dispositivos conectados la libertad que han perdido en el mundo offline.

El juego no supervisado por adultos está perdiendo mucho terreno a pesar de ser esencial para el desarrollo psicológico, afectivo, social e incluso intelectual de los niños. Favorece la creación de tipos de conexiones neuronales que otras actividades dirigidas no permiten.

Esta teoría viene respaldada por muchos datos. Según un estudio del Pew Research Center, los padres de 2015 consideraban que un niño podía jugar solo enfrente de casa a partir de los 10 años, y salir al parque a partir de los 14. Algo que estos mismos padres estaban autorizados a hacer a los 7 u 8 años.

Aunque esta tendencia se inició en los años 1970 y 1980, el cóctel explosivo se produjo cuando los niños empezaron a emplear gran parte de este tiempo conectados a sus dispositivos.

Fenómeno global

Estas tendencias son generalizadas en el mundo occidental. Un estudio publicado este año por CyberGuardians apunta hacia una reducción enorme de las heridas y traumatismos ligados a la actividad física en niños en las últimas dos décadas en España. Algo que se debe a la disminución de la actividad física, del juego al aire libre y también a la menor tolerancia al riesgo de los adultos.

Heridas atribuidas a la infancia

El que se produzcan menos accidentes es positivo. Si no fuera que durante el mismo periodo se ha producido un aumento del 300% de los problemas de salud mental en menores de 20  años. 

Aunque romperse la pierna es doloroso y en algunos casos puede tener consecuencias a largo plazo, los problemas de salud mental suelen ser más persistentes. Sin mencionar los problemas físicos ligados al sedentarismo, como la obesidad. 

El riesgo de eliminar el riesgo

Un estudio de 2023 mostró que una educación que limita la actividad independiente, la libre exploración y en la que se reducen las oportunidades de tomar riesgos genera más ansiedad y más aversión al riesgo en la edad adulta. Algo que podría explicar también el hecho que a cada vez más jóvenes les cueste encontrar un sentido a la vida.

Porcentaje de jóvenes a los que cuesta encontrarle un sentido a la vida en EE.UU. 

Fuente: Monitoring the Future 

Como ya apuntábamos en la newsletter OFF #14, pretender eliminar el riesgo de nuestras vidas supone un auténtico riesgo. Aunque algunas herramientas tecnológicas ofrecen la ilusión de poder controlarlo todo, la satisfacción que proporcionan es efímera, y como sucede con la comida basura, no contribuyen a un bienestar duradero.

Un mensaje que pueden meditar no solo los padres y educadores sino el conjunto de la sociedad. 

Para profundizar:

• “End the Phone-Based Childhood Now”, Jonathan Haidt, The Atlantic. 

• Podcast Your Undivided Attention: entrevista de Jonathan Haidt. 

• Cyber Guardians: estudio que establece un vínculo entre los problemas de salud mental y el uso indiscriminado de internet.

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