OFF #30 | La newsletter para retomar el control

Julio 2025

OFF #30 Sleeptech: Mucha tecnología para dormir peor

Hola,

En 2022, la empresa Nespresso consiguió la certificación de B-Corp (que reconoce a empresas social y medioambientalmente responsables) por poner en marcha un sistema de reciclaje de sus cápsulas de aluminio.

Este es un ejemplo de cómo crear un problema global de gran escala y luego obtener un reconocimiento por mitigar una parte de sus consecuencias –a menudo, generando nuevos problemas. 

¿Está ocurriendo algo similar con nuestro sueño? 

Desde hace unos años, observamos un deterioro significativo del sueño, en gran parte vinculado al el uso intensivo de dispositivos digitales. Y al mismo tiempo, la industria tecnológica ofrece cada vez más soluciones para “ayudarnos” a dormir mejor.

El problema: la gente duerme peor 

En la mayoría de los países, el sueño está sufriendo. El 70% de la población mundial no duerme las horas recomendadas y según la World Sleep Society, los trastornos del sueño graves afectarán al 45% de la población si se mantienen las tendencias actuales.  

Según la Sociedad Española de Neurología, el 48 % de los adultos no disfruta de un sueño de calidad

Y aunque existan algunas discrepancias según los países, lo que llama la atención es la uniformidad de esta tendencia

En Francia, nada más entre 2019 y 2023 se ha perdieron 34  minutos de sueño los fines de semana. 

No se trata únicamente de un problema de cantidad sino de calidad. Varias investigaciones señalan, por ejemplo, un aumento constante del tiempo de vigilia (tiempo en el que pasamos despiertos en la cama esperando poder dormir), un claro síntoma de mal sueño. 

Dormir bien y lo suficiente es clave para el desarrollo físico, mental, cognitivo y emocional de todos, pero muy especialmente, de los niños y los adolescentes. Y precisamente estos son los más afectados: en España, casi 4 de cada 10 sufren insomnio.  

El primer responsable de mal sueño es la ansiedad. Según un estudio de 2024 llevado a cabo en 17 países, un 42% de las personas que duermen mal lo atribuyen a este factor. Y como ya hemos comentado en varias ocasiones en OFF, esta se ha disparado en los últimos 15 años. 

¿Qué puede explicar cambios tan abruptos?

Sin duda, este fenómeno tiene múltiples causas, pero resulta cada vez más evidente el papel de la hiperconexión. Las más de 5 horas que las personas pasan frente a sus smartphones representan ante todo un coste de oportunidad: este tiempo canibaliza el que uno podría dedicar a otras actividades… incluido el descanso. 

Y no es casual: algunas de las empresas tecnológicas más poderosas del mundo reconocen abiertamente que compiten con nuestro sueño… 

Más allá del efecto de la luz azul (emitida por las pantallas en las longitudes de onda de entre 380 y 500 nm) en la supresión de la melatonina –la hormona que regula el sueño–, hay un factor determinante : el universo de estímulos constantes y distracciones diseñadas para captar nuestra atención, desplaza a un segundo plano al aburrido sueño. 

Incluso antes del boom de TikTok, una revisión sistemática de los estudios científicos confirmaba una fuerte correlación entre el uso de las redes sociales y una peor calidad del sueño.  

Los estudios muestran que los jóvenes que utilizan pantallas durante los 60 minutos previos a acostarse tienen una menor cantidad y calidad de sueño. Y como sabemos, el uso intensivo de las redes por la noche está en auge. 

En el marco de un juicio contra TikTok en los EE.UU., se reveló que estaban activos en la plataforma entre medianoche y las 5 de la mañana:

  • un 19% de los usuarios de 13-15 años.

  • un 25% de los de 16-17 años.

Estas tendencias van empeorando en todos los países. En 2023, un 80% de los jóvenes del Estado de Utah pasaban más de 2 horas al día con pantallas (sin contar el uso escolar) contra un 66,7% cuatro años antes.

En España los menores pasan 11 horas más con pantallas cada semana con respecto a hace 3 años, según datos de la Fundación Gasol.

No te preocupes: la tecnología va a reparar este problema 

¿Pensabas que la solución pasaría por lo evidente? Reducir la hiperconexión, leer antes de dormir en vez de hacer scroll, etc.? Es decir, redefinir el lugar que la tecnología ocupa en nuestras vidas para que no secuestre nuestro sueño… 

La industria tiene otra propuesta: conectarte aún más, ofreciendo una respuesta tecnológica a este problema. Bienvenidos a la sleeptech. O tal vez deberíamos decir: el negocio del sueño. 

Esta rama de servicios digitales se inscribe en el “quantified self”: una invitación a medir todo lo que se pueda de nuestra actividad física y biológica, desde el número de pasos hasta las constantes vitales, para monitorearlos y optimizarlos, ya sea a través del smartphone, wearables o dispositivos a medida. 

Como siempre los gigantes tecnológicos ocupan gran parte de este mercado: 

  • Google con su Nest Hub consigue captar datos sobre el sueño sin ningún interfaz invasivo (se parece a un simple marco digital en la mesilla de noche) 

  • La aplicación Samsung Health, a través del Samsung Galaxy Watch o Fit permite hasta grabar audios de los ronquidos (muy interesante). 

  • Apple, mediante la aplicación Health de su Apple Watch o iPhone. 

A estos se suma una multitud de startups como Oura y su anillo conectado por el precio de $300, además de requerir una membresía mensual. Este monitorea toda la actividad biométrica a través de luces LED infrarrojas que alimentan el algoritmo de Oura y calculan la calidad del sueño. 

El objetivo de estas apps no se limita a medir, sino a mejorar el sueño. A través de mecanismos de gamificación, establecen incentivos para que los usuarios intenten mejorar sus métricas. El summum de este principio tal vez lo alcance el juego Pokemon Sleep, lanzado por la famosa franquicia de Nintendo: “¡Ahora puedes convertir tu sueño en entretenimiento!”. 

Tanto es así, que para muchos consumidores de este mercado en fuerte auge, el sueño se ha convertido en una obsesión… que en muchos casos termina quitándoles el sueño. Cada mañana, al despertarse, su primer reflejo es consultar el rendimiento de su sueño, como un alumno que espera la nota de un examen. 

Ortosomnia 

La sleeptech ha generado un nuevo síndrome: la ortosomnia. Una forma de obsesión y ansiedad ligada a la preocupación por optimizar su sueño. Algo paradójico cuando se sabe que la mejor manera de conseguirlo es no pensar demasiado en ello y mantener una rutina sana. 

En los casos más extremos, las personas obsesionadas por sus estadísticas de sueño se tapan la boca con una cinta mientras duermen, siguiendo los pasos de influencers como la actriz Gwyneth Paltrow o Ivanka Trump. “Las noches en las que me precinto la boca suelo tener una puntuación un 7% más alta”, explicó un usuario al Wall Street Journal. Una práctica peligrosa según los médicos. 

Si a pesar de todo te sigue tentando subirte al carro de la sleeptech, tal vez deberías hacerte una última pregunta: ¿a dónde van mis datos? Nuestros patronos de sueño, junto a otros datos biométricos, son poderosos predictores de bienestar, personalidad y riesgos de cualquier individuo. Esta información puede resultar valiosa para pronosticar el comportamiento de un usuario, influir en él o completar un perfil muy útil para compañeras financieras o de seguros.  

Y pese a que la legislación europea aspire a garantizar nuestros derechos, los protocolos que obligan a anonimizar y proteger nuestros datos de salud a menudo no se han respetado y se han producido numerosas filtraciones de datos sensibles que acaban circulando en el dark web.

Por nuestro lado, para dormir mejor, en agosto apagaremos nuestros ordenadores y no habrá una edición de esta newsletter hasta septiembre ;-)

Más que nunca necesitamos espacios que favorezcan la emergencia de un contradiscurso y de una movilización colectiva. Tras el verano anunciaremos una agenda más ambiciosa para contribuir a este esfuerzo.

Si aún no lo has hecho, te invito a compartir el Manifiesto OFF y nuestra iniciativa Por una escuela OFF. Si deseas firmar la carta, puedes hacerlo aquí.


Si quieres ir un poco más lejos, este es uno de los principales mensajes que subyacen de las 50 reflexiones que componen mi último libro, Retomar el control.

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Una vez al mes, propongo una reflexión sobre una faceta específica de la digitalización de nuestras existencias y sus consecuencias.

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