OFF #29 | La newsletter para retomar el control
Junio 2025
OFF #29 Avances y paradojas - Internet y los menores
Hola,
Cuando le preguntaron al psicólogo Jonathan Haidt cuál era el principal obstáculo a la necesaria desescalada digital de la infancia y la adolescencia, su respuesta fue: “La resignación”.
Incluso entre quienes están convencidos de la necesidad de frenar la hiperconexión de los menores, hay muchos que creen que el tipo de digitalización al que estamos sometidos es, de alguna manera, inevitable. Por eso me gusta tanto el título del libro de mi amigo Ricard Ruiz de Querol, uno de los muchos coautores del Manifiesto OFF: No es inevitable.
Entre 2005 y 2008 se prohibió fumar en espacios interiores en la mayoría de países europeos. Antes de que estas normas entraran en vigor, gran parte de la población anticipaba que no funcionarían, especialmente en el sur de Europa. Sin embargo, meses después parecía anacrónico ver a alguien fumar en un restaurante –como sacado de una película. Hoy, un movimiento similar está teniendo lugar en relación con los niños e internet.
La verdadera tendencia imparable
Hagamos un breve repaso a nivel mundial:
Australia prohibió el acceso a redes sociales para menores de 16 años el año pasado.
China limitó los videojuegos a 3 horas semanales (2021), Tiktok a 40 minutos diarios (2021) pretende regular el uso general de internet por franjas de edad (proyecto impulsado en 2023).
Francia, Grecia y España presionan a la Unión Europea para que establezca medidas más restrictivas sobre el acceso a determinados servicios en internet.
Dinamarca, que presidirá a partir de julio el Consejo europeo, ha declarado que “la protección los menores en el espacio digital será una prioridad clave”. Su primera ministra danesa declaró que estaba a favor de una prohibición de las redes a menores de 15 años.
En EE.UU. 41 Estados emprendieron en 2023 acciones legales contra Meta por el impacto negativo y deliberado de sus plataformas sobre la salud mental de los menores.
Al mismo tiempo, cada vez más personalidades políticas están tomando consciencia de la necesaria desescalada digital en la educación, como el exalcalde de NY Michael Bloomberg.
Acelerar el movimiento
Estos pasos son fundamentales pero siguen siendo demasiado tímidos y lentos. No podemos permitirnos perder más tiempo.
Los propios Estados miembros de la UE se están impacientando. El presidente Macron proclamó recientemente que, en ausencia de medidas rotundas y rápidas a nivel europeo, Francia legislaría por su cuenta. Mientras tanto, la ley aprobada en julio de 2023 aún no ha entrado en vigor, a la espera de la aprobación de la Comisión europea y de su decreto de aplicación.
Probablemente por miedo a tomar medidas consideradas demasiado “radicales”, las edades mínimas para acceder a determinados servicios son demasiado bajas. Pero son sobradamente conocidos los daños provocados por las redes sociales hasta edades avanzadas de la adolescencia y su ausencia de beneficio, entonces ¿por qué prohibirlas hasta los 15 o 16 años y no hasta los 18?
Estudio de Sapien Labs que muestra la correlación entre la salud mental en adultos jóvenes y la edad a la que recibieron su primer smartphone
Los Estados miembros están pidiendo a la UE que establezca una edad de “mayoría digital” por debajo de la cual los menores no puedan registrarse en redes sin el consentimiento de sus padres. Algo tan evidente como el hecho de no poder firmar un contrato de 220 páginas para utilizar una plataforma, con infinitas implicaciones que ni siquiera los adultos comprenden.
Es fundamental establecer un marco normativo aunque sea imperfecto y al principio plantee dificultades su aplicación. Algunos menores beben alcohol o fuman cigarros y no por ello se eliminan las leyes que restringen su acceso. Si no, deberíamos considerar quitar los semáforos por el simple hecho de que algunos conductores se los saltan.
Con el objetivo de dilatar los plazos, la industria digital promueve debates sobre la forma en la que estas restricciones por edad deben aplicarse a nivel técnico (que si desde el propio dispositivo, desde las tiendas de apps, etc.). Cada año de la vida de los menores cuenta y estas no pueden ser excusas para retrasar medidas tan fundamentales.
Establecer una edad legal mínima para tener un smartphone (una de las reivindicaciones de la concentración del 7-J por el derecho a la desconexión de los menores) sería una medida raíz sencilla que evitaría debates técnicos de este tipo.
Los ciudadanos tampoco podemos consentir que las buenas intenciones de las autoridades sean rebajadas por grupos de presión, como ha sucedido últimamente en la Comunidad de Madrid – tal como argumentamos en este artículo que firmo junto a Catherine L’Ecuyer, María Salmerón, Francisco Villar y Miguel Ángel Martínez.
Paradojas e inercias
Mientras que estas medidas tardan en entrar en vigor, la hiperconexión de los menores no se detiene por sí sola. Al contrario: según un informe recién publicado por la Fundación Gasol, el tiempo que pasan con dispositivos ha aumentado 11 horas semanales en solo tres años y medio.
La inercia de la utopía digitalista de los años 2010 sigue dejando huella. A pesar de toda la evidencia de la que disponemos, en algunos casos, el Estado parece incluso sufrir cierta esquizofrenia, al seguir contribuyendo proactivamente a la hiperconexión.
Llama la atención el programa “Campamento digital”, que pretende educar a los adolescentes a “crear su estrategia de marca en redes sociales” y “crear vídeos con enganche”. Niños de 9 a 11 años se “meten en lleno en el mundo digital.” Para organizar estos cursos, la Fundación Cibervoluntarios recibió una subvención de 63,25 millones de euros, procedentes de fondos Next Generation de la Unión Europea. Y entre sus aliados figuran Google, Facebook y TikTok: sin duda un combo con una trayectoria intachable en la protección de la infancia… (No, no es una broma de El Mundo Today).
Desde el Movimiento OFF trabajamos para contribuir a acelerar este proceso y lograr que las autoridades perciban la demanda de la sociedad civil a favor de una infancia y adolescencia libres de la tiranía de la hiperdigitalización a la que actualmente están sometidas.
Además, nos parece fundamental establecer una diferencia entre proteger a los menores en el entorno digital y reducir su exposición a las pantallas. Casi cualquier actividad que compita con el tiempo que los menores pasan conectados a un dispositivo digital está correlacionada con un mejor bienestar físico, psicológico, emocional, cognitivo, etc. Es loable aspirar a que internet sea un espacio menos tóxico para ellos pero la primera cuestión que nos debemos plantear es en qué medida y para qué deben estar conectados.
Por último, queremos subrayar que este problema no afecta únicamente a los menores, aunque sean especialmente vulnerables y la sociedad tenga una responsabilidad especial de proporcionarles un entorno que favorezca su salud y su desarrollo —y no el contrario.
Si quieres ir un poco más lejos, este es uno de los principales mensajes que subyacen de las 50 reflexiones que componen mi último libro, Retomar el control.
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Una vez al mes, propongo una reflexión sobre una faceta específica de la digitalización de nuestras existencias y sus consecuencias.