Prohibir las redes sociales a menores

En distintos países occidentales –en primer lugar, EE. UU.– están teniendo lugar actualmente dos debates en paralelo:

  1. Uno sobre TikTok, centrado en consideraciones geopolíticas y de ciberseguridad, en el que se amenaza con prohibir completamente la red social china debido a la falta de garantías que ofrece en materia de protección de datos y a las sospechas de espionaje (la aplicación ya ha sido proscrita para miembros del congreso norteamericano o funcionarios de la comisión europea).

  2. Otro en torno al deterioro preocupante de la salud psicológica de los jóvenes en los últimos años, en la que se reconoce que la tecnología digital está teniendo un papel central. El Financial Times, poco propenso al alarmismo, publicó hace unas semanas un artículo titulado “Los smartphones y las redes sociales están destruyendo la salud mental de los jóvenes”, que incluía los siguientes gráficos:

(1) Aumento del % de depresiones entre los adolescentes (chicas en naranja, chicos en turquesa). (2) Sensación de disfrutar de la vida menos que los demás. Fuente: Financial Times

Estas dos cuestiones merecen ser consideradas de forma unificada y deben invitarnos a formular respuestas a la altura de los retos que la tecnología digital pone encima de la mesa. En concreto, en esta 5ª edición de OFF, explico por qué me parece a la vez urgente y justificado prohibir a los menores de edad el acceso a las redes sociales.

Tardar demasiado y aceptar un despliegue tecnológico fuera de todo control democrático significaría seguir sacrificando a toda una generación.

Primero, recapitulemos unos hechos indiscutibles:

  • Empresas como TikTok, Instagram, Facebook o Snapchat, hacen uso de las neurociencias y de las ciencias cognitivas para conseguir que sus aplicaciones sean lo más adictivas posible –lo que llaman eufemísticamente “optimizar la retención”.

  • El tiempo pasado en cada plataforma es la base de su modelo de negocio y de su competitividad: cuanto más tiempo pasen los usuarios, más datos pueden recaudar sobre cada uno y más oportunidades de vender cambio conductual a terceros.

  • En este sentido, los modelos de las mayores redes sociales son muy similares. TikTok está simplemente siendo actualmente más eficaz a la hora de enganchar a sus usuarios.

Por otro lado:

  • La popularización de las redes ha coincidido con un deterioro trágico de la salud psicológica de la generación Z ­–nacida entre 1997 y 2010, que ha crecido con ellas desde siempre– con un inicio de la epidemia de enfermedades mentales a partir de 2012.

  • Este deterioro iniciado hace una década sigue intensificándose. Los últimos datos del Center for Disease Control and Prevention (CDC) de EE. UU. muestran que:

    • Un 57% de las chicas adolescentes se han sentido deprimidas en el último año (un 36% hace una década).

    • 1/3 ha considerado seriamente suicidarse.

    • Un 14% ha sido forzado a mantener relaciones sexuales (+27% desde 2019).

Resultados de la última encuesta del Center for Disease Control and Prevention

  • En Anestesiados describo cómo, durante este mismo periodo se apunta una reducción de la sociabilidad de los adolescentes –generalmente correlacionado con el bienestar– y un fuerte incremento de la sensación de soledad (+50% entre 2007 y 2015).

Datos elaborados por la psicóloga Jean M. Twenge

El vínculo entre el uso de las redes y el malestar

  • Es cada vez más evidente que el cóctel entre la generalización de los smartphones y de las redes sociales ha sido el factor determinante en el deterioro de salud mental juvenil, tal y como lo muestra el meta-análisis riguroso de Jonathan Haidt, Jean M. Twenge y Zach Rausch.

  • Entre muchos estudios, un análisis del Monitoring the Future Survey mostró una fuerte correlación entre el tiempo pasado detrás de una pantalla y la depresión:

    • 10h/semana: 56% más de probabilidades de no sentirse feliz

    • 6-9h/semana: 47% más de probabilidades de no sentirse feliz que los que la utilizan menos.

    • Actuando como un efecto inverso: las actividades presenciales inmunizan contra este sentimiento.

  • También se ha demostrado que, en su conjunto, la exposición continuada a este tipo de plataformas está teniendo otras consecuencias físicas notables como la falta de ejercicio físico o de sueño.

  • Las redes constituyen un terreno de competición social abierta 24/7 en la que los usuarios se ven incitados a competir entre sí. El cerebro adolescente es especialmente vulnerable ante la presión social fomentada por un TikTok o un Snapchat.

  • El llamado FOMO (Fear of Missing Out: el miedo a perderse algo) no solo es una palanca usada por las plataformas para retener a sus usuarios, sino que también refuerza la presión por recrear y ostentar ciertos comportamientos socialmente valorados, así como comportamientos de riesgo.

  • Se imponen además cánones estéticos artificiales que son en parte responsables del deterioro de la autoestima e incluso incitan a los jóvenes a recurrir a la cirugía estética desde una edad cada vez más temprana.

Esta fotógrafa profesional explica el efecto nocivo de los filtros en TikTok.

Inefectividad de las soluciones individuales

El objetivo de la mayoría de estas plataformas es, literalmente, ser irresistibles. La cantidad inmensa de datos que recaudan sobre sus usuarios les permite modelizar su comportamiento, detectar sus debilidades y lograr una capacidad muy elevada para predecir lo que cada uno piensa, desea o elegiría ante una situación u otra. Sí, consiguen cada vez más leer tu mente.

Esto les otorga un poder considerable sobre sus usuarios, que usan para servirles contenidos a medida, uno tras otro, manteniéndoles enganchados. También usan este poder para condicionar sus opiniones, creencias y comportamiento, y uno puede temer las consecuencias de esta influencia, intensa y sostenida en el tiempo, especialmente si se ha iniciado en una edad temprana.

Se supone que la educación –en primer lugar, por parte de los padres– debe ser la principal herramienta para acotar estos riesgos. Pero esto es obviar que también consiguen establecer una relación asimétrica con los padres. Es un hecho: en su conjunto, los padres no están siendo capaces de contener este problema.

Incluso cuando son conscientes de sus riesgos, se ven incapaces de establecer limites suficientes porque la presión por parte de sus hijos es altísima. Privados de su dosis de dopamina, experimentan una sensación de falta que les hace exigir insistentemente más tiempo en las redes hasta la saciedad. Pero el sentimiento de saciedad nunca llega, sino que cuanto mayor el uso, mayor el deseo de pasar más tiempo en las redes.

He podido comprobar de primera mano en los colegios en los que intervengo cómo, incluso en entornos que gozan de un nivel sociocultural alto, muchos de los niños entre 9 y 11 años ya son usuarios de Tiktok (en contra de las propias normas de la plataforma, la cual, como otras redes, ha establecido unilateralmente los 13 años como edad mínima para inscribirse).

¿Por qué sería legítimo prohibir las redes a menores?

Algunas de las medidas que China ha tomado para afrontar estos retos incluyen la limitación del acceso a los videojuegos a 3 horas por semana y la limitación de Tiktok a 40 minutos al día. A priori, este tipo de normativa puede chocar en Occidente, donde solemos confiar en el individuo y en la esfera privada para regular lo que sucede “en casa” y no estamos acostumbrados a que el Estado intervenga de esta manera en nuestras vidas.

Pero ¿cómo actuar ante una tecnología ante la cual uno no es libre? Prohibirla no sería una medida liberticida, sino que justamente consistiría en preservar la libertad de los menores. En realidad, existen muchos servicios o ámbitos que se regulan o se prohíben para los menores, tales como el acceso a casinos o a juegos que implican dinero, las webs pornográficas, la venta de alcohol o de tabaco.

¿Por qué estas restricciones nos parecen legítimas?

  1. Porque existe una asimetría demasiado importante entre el menor y el servicio o producto que usa. Se considera que el menor no es libre de actuar y, por tanto, se le debe proteger.

  2. Por una cuestión de salud pública. Consideramos que el acceso a determinados servicios y productos puede tener consecuencias graves para el colectivo de menores y que, dejar su acceso en manos de sus padres, podría conllevar perjuicios irreversibles.

Ambas consideraciones se aplican perfectamente al caso de las redes sociales, como demostramos anteriormente.

Conclusión

Tras 20 años de existencia, existe suficiente evidencia para afirmar que el balance de las redes sociales para los jóvenes ha sido muy negativo. En EE. UU. parece que solo con el auge de una plataforma china ha emergido este debate.

Por supuesto, preocupa el hecho que Tiktok sea desarrollado desde una dictadura como la china y ofrezca una seguridad dudosa en cuanto al uso que hace de los datos personales; y es lógico, por razones de ciberseguridad, que se prohíba su uso desde dispositivos profesionales oficiales.

Sin embargo, este problema constituye la punta del iceberg y los gigantes de Silicon Valley se refugian en él para desviar la atención. La realidad es que existen razones de fondo para prohibir no solo TikTok sino las redes en su conjunto entre los menores de edad.

No actuar rápidamente es aceptar un statu quo impuesto por la industria tecnológica sobre la sociedad en su conjunto. Es imperativo retomar el control democrático sobre el despliegue tecnológico.

Ojalá dentro de unos años la visión de un niño de 10 años enganchado a las redes nos provoque el mismo rechazo que la de uno fumando o bebiendo alcohol.

Para profundizar:

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Abril 2023

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