Vulnerables - apagón eléctrico masivo
En 2010, Tiffany Shlain y Ken Goldberg inventaron la expresión “Digital Shabbath”, invitando a mantenerse desconectados durante 24h para reconectar consigo mismo y sus seres queridos.
La idea era emular el Shabbat judio y observar este ayuno tecnológico el sábado (por tanto, durante un día de ocio) con el objetivo de leer, pasar tiempo con sus seres queridos, hacer deporte, etc.
Pero ayer un especie de Digital Shabbat forzado pilló por sorpresa a toda España y Portugal. Y sin tomar a la ligera la ansiedad y los perjuicios sufridos por muchos, confieso que tuve un día especialmente sereno y centrado.
Aunque habitualmente ya trate de mantener cierta distancia con la hiperconexión, la ausencia de solicitudes intempestivas, correos y llamadas no sólo me relajó considerablemente sino que me permitió concentrarme como nunca en tareas de fondo.
Una de mis reflexiones de ayer fue: ¿cómo cambiaría nuestra manera de trabajar, tomar decisiones, crear… si este Digital Shabbat ocurriera semanalmente en medio de la rutina laboral?
Para muchos, el apagón de ayer recordó el caos del primer día de confinamiento. Sin embargo, llama la atención la diferencia entre las consecuencias inmediatas de cada uno de estos acontecimientos:
Al principio del COVID todo el mundo se refugió en sus casas y se sumergió en internet para informarse y en lo digital para seguir existiendo.
Ayer, la gente bajó a la calle desde sus casas y oficinas para enterarse de lo que estaba pasando. Algunos vecinos intercambiaron palabras por primera vez y muchos desterraron aparatos analógicos como radios con pilas.
Sin embargo, en ambos casos decir que nos pilló por sorpresa resulta algo exagerado:
>> Previo al coronavirus habíamos recibido varias advertencias y los expertos sanitarios ya habían explicado que la cuestión no era saber si se iba a producir una pandemia, sin cuándo.
>> Hace tan solo unos meses, el 19 de julio de 2024, una actualización defectuosa del software Falcon Sensor utilizado por Microsoft provocaba un caos a nivel mundial que afecta a bancos, aeropuertos, hospitales, sistemas de pagos, etc.
Más allá de tomar consciencia de nuestra vulnerabilidad y de las necesarias medidas públicas para saber enfrentarse a este tipo de acontecimiento, a título personal es esencial (y sin duda, provechoso) aprender a (sobre)vivir unas horas sin estar conectados.
Y no solo en nuestro tiempo libre un sábado sino también cuando trabajamos.
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