OFF #27 | La newsletter para retomar el control

Abril 2025

OFF #27 | “Adolescencia” no es para adolescentes

Hola,

La serie Adolescencia, estrenada en Netflix hace unas semanas, se ha convertido en un fenómeno mundial instantáneo, siendo ya la tercera más visualizada de la historia de la plataforma. 

La primera razón es que se trata de una obra maestra, tanto por la calidad del guion como por la tensión dramática lograda gracias a actuaciones impresionantes y a una dirección impecable. Destaca, además, que cada uno de sus cuatro episodios –de aproximadamente una hora– fue grabado en un plano secuencia ininterrumpido. Un reto técnico y artístico que ha dejado boquiabierta a toda la crítica. 

La segunda razón es que Adolescencia retrata un fenómeno que atraviesa nuestras sociedades a nivel global y que abordamos a menudo en OFF: la profunda conmoción por la que están pasando los jóvenes, promovida por las redes sociales, los smartphones y una voraz hiperconexión. 

La adolescencia en sí ya es –y siempre ha sido– un periodo de transformación física, psíquica y social, naturalmente incómoda. Pero en muy poco tiempo, ese proceso se ha vuelto más complejo y desestabilizador.  

¿Una historia banal? 

Adolescencia cuenta la historia de Jamie, un niño de 13 años acusado de haber asesinado a una chica de su clase. Se ambienta en Reino Unido, en un entorno de clase media-baja. Su familia no es disfuncional: sus padres, quizás algo toscos en su manera de criar, parecen tener valores sólidos y su hermana mayor lleva una vida normal. No obstante, tanto su instituto como las dinámicas que rigen las relaciones entre los jóvenes de su edad están marcados por la omnipresencia de la tecnología digital. Casi todas las experiencias e interacciones son intermediadas y moldeadas por los smartphones y las plataformas.

El pecado de los padres de Jamie es el mismo que cometen muchos otros: creer que su hijo está en un entorno seguro cuando está solo en su dormitorio. Pero esa soledad hiperconectada es, en realidad, el caldo de cultivo de la ansiedad, la inseguridad, el sentimiento de desconexión de la realidad y otros trastornos que afectan a una parte cada vez mayor de los adolescentes.

Los incontables comentarios sobre la serie suelen insistir que Adolescencia es una invitación a reflexionar sobre la masculinidad. Si bien la evolución de las relaciones entre chicos y chicas es un elemento central, personalmente creo que esta cuestión queda subordinada a la forma en la que la tecnología influye en sus relaciones.  

Resulta curiosa la insistencia de la serie en la relación que el joven protagonista mantiene con su padre, mientras que queda evidenciado que el problema no proviene de ahí. A pesar de su apariencia viril, el padre muestra su sensibilidad, parece mantener una relación sana con su hijo y respetuosa con las mujeres de la familia. No considero que refleje una masculinidad que se pudiera calificar de tóxica. La “manosfera” en la que cae el joven Jamie no es el fruto de una cultura familiar excesivamente patriarcal sino de la que magnifican las redes y los normas que se imponen en ellas. 

Uno de los conceptos recurrentes en la serie es el de incel (contracción de involuntary celebates), refiriéndose a hombres que se sienten excluidos del “mercado sexual” y alimentan resentimiento hacia las mujeres. Es probable que el padre de Jamie ni siquiera haya escuchado esta expresión. Donde proliferan estas comunidades, en las que se cocina el odio hacia las mujeres es en internet, no en el comedor familiar –al menos no en el de esta familia.

Desconexión entre adolescentes y adultos 

Adolescencia ilustra la ausencia de autoridad ejercida por el mundo adulto sobre la sociedad adolescente y la consiguiente desorientación que afecta a esta. Los adolescentes siempre han contado con sus propios códigos, ajenos al mundo adulto, pero ahora en su mundo se habla otro idioma fruto de su existencia digital – y no una simple jerga. Los adultos ignoran tramos completos de sus vidas y carecen de los medios necesarios para hacerlos volver a la realidad.

Reacciones políticas 

Reino Unido es el país en el que, por el momento, Adolescencia ha provocado más debate. El propio primer ministro comentó públicamente que había mirado la serie con sus hijos y había llegado a un acuerdo con Netflix para que la serie se proyectara en todos los institutos del país. Una decisión triplemente errónea en mi opinión: 

  1. Adolescencia no es una serie destinada a los adolescentes. 

  2. Un centro educativo no es el lugar en el que proyectarla. 

 3. Aunque una respuesta sea urgente, esto se asemeja más a una reacción en caliente que no deja de ser también una gran operación de visibilidad y promoción gratuita para la plataforma. 

En lo que más discrepo con Keir Starmer, sin embargo es en lo siguiente:

[“No hay ninguna respuesta política evidente que permitiera responder a todas estas preguntas […] Es una cuestión cultural […]”.

Es evidente que no hay una receta milagrosa para solucionar el inmenso problema que supone el deterioro fulminante de la salud mental de los jóvenes y el cambio de cultura que se ha producido en un tiempo récord. Pero la magnitud del reto no puede resultar en una renuncia: al contrario, es una invitación a actuar de forma rotunda y rápida, atacándose a las causas identificadas de este fenómeno.  

En primer lugar: restringir el acceso de los menores a los smartphones y a las redes. 

En segundo lugar: reducir drásticamente la hiperconexión en el entorno educativo. 

Imaginemos un país en el que los accidentes de tráfico se hubiesen multiplicado por 5 en la última década tras la puesta en el mercado de un nuevo tipo de vehículos. Un país en el que la regulación de la conducción fuera laxa o inexistente y la actitud de los conductores en el volante fuera poco civilizada. ¿Sería aceptable ceñirse a comentar que se trata de una cuestión cultural compleja? ¿O debería su gobierno poner en marcha una serie de medidas urgentes para imponer una edad mínima para conducir, unas señales de tráfico, límites de velocidad, etc.? 

Tres comentarios para terminar: 

  1. No deja de sorprender el poder de una plataforma como Netflix de organizar el debate a nivel global sobre un tema determinado. En este caso, probablemente para bien.  

  2. Ante todo, Adolescencia es una película y debería considerarse como tal.  La discusión que ha generado me parece oportuna pero no debe ocultar su dimensión artística. 

  3. La historia que narra es la de un crimen excepcional. Es solo la punta de un iceberg mucho más profundo: un fenómeno menos en apariencia que es el de la anestesia avanzada de una generación — por no decir, de la sociedad en su conjunto. 

Si quieres ir un poco más lejos, este es uno de los principales mensajes que subyacen de las 50 reflexiones que componen mi último libro, Retomar el control.

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