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Febrero 2025

OFF #25 | ¿Cómo vivir (bien) hasta los 100 años?

En el documental Vivir hasta los 100 años: Los secretos de las zonas azules, Dan Buettner identifica una docena de rasgos comunes a los entornos que concentran los mayores indicios de personas que se acercan a esta edad y gozan de una buena salud. 

Los patrones que se distinguen distan mucho de las técnicas de Bryan Johnson, el emprendedor y “biohacker” de Silicon Valley de 45 años que invierte $2 millones al año para volver a tener el cuerpo de un dieciochoañero y se inyecta sangre de su propio hijo. 

Además de una buena alimentación (que podríamos calificar de “preindustrial”), los más destacables son: 

1. Ejercicio físico “natural” 

Los centenarios no suelen ser personas que se han pasado la vida en el gimnasio sino que se mueven a diario porque las circunstancias así lo exigen. 

Los pueblos en los que viven, por ejemplo, suelen tener mucho desnivel. Nada más yendo a comprar el pan, el abuelito ya tiene su dosis de deporte diario :) En la isla de Okinawa en Japón, los hogares cuentan con mobiliario bajo que les obliga a agacharse y levantarse incontables veces al día. 

2. Socializar 

Suelen ser lugares con un tejido social fuerte, clubes informales, en los que la gente no solo se conoce sino que interactúa físicamente a diario con lazos profundos. A menudo cohabitan varias generaciones en un mismo hogar. 

3. Responsabilidad y sentido de la vida 

Incluso los más mayores se sienten investidos de una misión vital y son considerados útiles. Lejos de estar aparcados en una casa de ancianos y reducidos a meros objetos de asistencia, ayudan a los demás, transmiten sus conocimientos, habilidades y sabiduría. Para ellos, la existencia tiene sentido. Este principio es conocido como “ikigai” en Japón aunque en otros países no tiene nombre, la idea es la misma.  

¿Qué tiene esto que ver con la digitalización indiscriminada de nuestras vidas? 

Si nos fijamos en la forma en la que la tecnología ha moldeado nuestras vidas en los últimos 20 años y cómo promete hacerlo en un futuro cercano, me parece que nos deberían preocupar las tendencias siguientes: 

1. Sedentarismo, no solo físico sino también cognitivo.  

A medida que la tecnología nos va asistiendo, nos facilita la vida a corto plazo, pero también automatiza muchos procesos que antes nos obligaban a movernos. Desde nuestro sofá, con un solo clic podemos hacer un pedido de comida a domicilio, mantener una reunión de trabajo, acceder a contenidos que nos entretienen, adquirir cualquier tipo de enseres, comprar un cupón de lotería etc.  

Incluso se reduce el movimiento dentro del hogar, ya que podemos contar con asistentes virtuales para controlar luces, electrodomésticos o programar recordatorios: “Alexa, crea un recordatorio para lavar la ropa”.   

Por otro lado, podemos conseguir una respuesta a casi cualquier pregunta sin que tengamos que ejercitar nuestro cerebro. Ya he hablado en numerosas ocasiones de la delegación, y su consiguiente pérdida, de nuestras facultades mentales.

Hasta ahora hemos podido medir este fenómeno a través de indicadores algo periféricos, como el hecho que hace 2 décadas recordáramos de media decenas de números de teléfono y ahora más del 50% de las personas no conozcan el de su pareja. Pero si empezamos a utilizar la inteligencia artificial (IA) generativa en cualquier tipo de situación para no tener que pensar, es de temer que este deterioro de nuestras funciones sea mucho más profundo y nos convirtamos en auténticos sedentarios cognitivos.

2. Soledad. 

La interacción social es cada vez más prescindible para lograr lo que necesitamos en el día a día y como consecuencia estamos inmersos en la peor epidemia de soledad jamás constatada. 

Relacionarnos con seres humanos suele representar un coste a corto plazo y la tentación de reemplazar nuestro interlocutor por una máquina es alta, si nos permite ahorrar unos segundos o si nos da pereza tener que entablar una conversación. Nos hemos acostumbrado a pedir la ruta a Google Maps más que a bajar la ventana para preguntarle a un desconocido; a aprender un idioma con Duolingo en vez de hacerlo con un profesor; a que los adolescentes “chateen” con personajes ficticios de plataformas de IA , como MyAI, Character AI u otras, en vez de hacerlo con sus amigos, etc. 

El coste de esta comodidad e inmediatez es el empobrecimiento de nuestro tejido social y un sentimiento de soledad que ha experimentado un auge enorme desde principios de la década de 2010. 

3. Des-responsabilización / Carencia de sentido de la vida

Mientras vamos delegando nuestras decisiones a plataformas y dejamos que nos guíen por la ruta óptima, a menudos sin darnos cuenta, renunciamos a ser los capitanes de nuestras propias vidas. La IA promete incrementar este nivel de asistencia y, en consecuencia, hacer que seamos cada vez menos responsables de nuestras decisiones. 

Esta paulatina des-responsabilización se extiende a muchas facetas de la vida: 

  • Muchos profesionales sienten que su trabajo pierde sentido cuando se limita a ejecutar las tareas que les dicta una máquina.  

  • Los alumnos que ya no apuntan sus deberes en su cuaderno porque estos se suben a una plataforma no desarrollan el hábito de responsabilizarse por lo que les toca hacer. 

  • Un mundo en la que “ya no tengo que elegir yo porque la tecnología lo hará mejor que yo” es un mundo en el que me siento cada vez más prescindible. 

Proporción de adolescentes en los EE.UU. que consideran que la vida no tiene sentido 

Llama la atención que los jóvenes estadounidenses que consideran, precisamente, que la vida no tiene sentido se hayan multiplicado por 2,5 en la última década. Este fenómeno puede responder a varios factores, pero anticipo una gran crisis de la motivación en los próximos años si se populariza la idea de que ya no merece la pena aprender, calcular, reflexionar o tomar decisiones por uno mismo. * * *

No estoy seguro de que el objetivo número 1 en la vida deba ser vivir hasta los 100 años. Pero vivir bien, entendido como el hecho de sentirnos lo más satisfechos posible con nuestra propia existencia, sí debería ser una prioridad para todos.

En la forma en que la tecnología predomina actualmente, tiende a exacerbar el dilema que los seres humanos hemos enfrentado desde siempre, el cual nos lleva a arbitrar entre la satisfacción de nuestros intereses a corto y a largo plazo. Sus soluciones fáciles nos sumergen en la comodidad y la inmediatez pero el coste que pagamos por ellas es nuestro bienestar más profundo y nuestra libertad.

Si quieres ir un poco más lejos, este es uno de los principales mensajes que subyacen de las 50 reflexiones que componen mi último libro, Retomar el control.

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