Me alegra inaugurar esta nueva versión de mi newsletter. Cada mes, exploraremos juntos una faceta concreta de la influencia de la tecnología digital sobre nuestras vidas: pérdida de control, sentimiento de alienación, reducción de nuestras libertades individuales, etc. Personalmente no soy anti-tecnología: únicamente defiendo que debemos ser más lúcidos frente a lo que está en juego y entender el coste real de determinadas innovaciones para desarrollar una visión que permita retomar el control. Este fue el propósito detrás de Anestesiados y ahora, de esta newsletter.

Entre todos los lugares en los que la tecnología se ha vuelto inevitable, uno destaca por encima de otros y es el objeto de esta primera edición: la escuela. No tenemos aquí la pretensión de abordar la problemática muy amplia de las “EdTech” sino de formular algunas preguntas fundamentales y ofrecer algunas reflexiones: ¿A qué objetivos responde la marcha acelerada hacia una escuela altamente digitalizada? ¿Cómo hemos llegado a la situación actual?

Quisiera agradecer a las personas que me han enviado sus testimonios y me han permitido afinar el contenido de esta newsletter. Os deseo una buena lectura y no dudéis en intercambiar conmigo por correo si tenéis cualquier reflexión.


Diego

La fatiga ligada a la digitalización en los colegios

Digitalizar la escuela: ¿para qué exactamente?

Desde hace casi tres años y el inicio de la pandemia, la presencia de herramientas conectadas en la educación se ha intensificado considerablemente. Indispensable para desplegar la educación a distancia, el valor añadido de la digitalización de las relaciones entre profesores, padres y alumnos está, sin embargo, siendo cada vez más cuestionado. Las plataformas y aplicaciones se sustituyen, entre otros, a los cuadernos y agendas en los que los alumnos apuntaban sus deberes, planteando una serie de preguntas fundamentales:

  • ¿Qué aportan estas herramientas con respecto a las que están remplazando y qué problemas traen?

  • ¿Verdaderamente facilitan el día a día o a veces lo complican más que otra cosa?

  • ¿No existe un riesgo de generar dependencia desde una edad temprana?

  • ¿En algún momento hemos debatido de los costes y beneficios de estos cambios fundamentales?

Para empezar a responder a algunas de estas preguntas, interesémonos a algunas escenas de la vida cotidiana de jóvenes y padres:

Sara* y David* son hermanos y este año cursan quinto de primaria y primero de ESO. Cuando iniciaron el curso este año, recibieron el acceso a varias plataformas online de enseñanza. Desde ese momento se espera de ellos que consulten su dispositivo cada día. Además sus deberes, así como el contenido de sus asignaturas, están disponibles online, y en ocasiones solo en este formato. Utilizan varias plataformas, desde las diseñadas por su comunidad autónoma hasta otras privadas como Google classroom, en las que tienen que entrar todos los días una a una.

Hace poco la madre de Sara y David reservó su mañana para seguir los deberes de ambos pero no hubo suerte: la principal plataforma que tenían que consultar se encontraba fuera de servicio temporalmente. Necesitaron dos horas de espera para poder acceder a ella. Como otros padres, se siente cansada por esta multiplicación de estas herramientas, y no entiende lo que aportan frente al hecho que los alumnos apuntaran directamente sus deberes en un cuaderno: “A menudo, al escribirlos uno mismo, uno ya se acordaba de lo que tenía que hacer. Ahora, los niños descubren a veces lo que se espera de ellos en el momento en el que abren la aplicación, una vez en casa”.

OFF #1 | La newsletter para retomar el control

Diciembre 2022

“La pantalla saca al alumno del aula, de modo que el acto se convierte en educación sin educación”.

La educación anacrónica - David Cerdá vía La Iberia

Las pantallas como fuente de distracción

Teo* (11 años) y Marcos* (13 años) recibieron ambos una tablet cuando empezó este curso en septiembre, herramienta ya indispensable para hacer sus deberes. Dos dispositivos más en casa. Sus padres solían regular el acceso a las pantallas y herramientas conectadas en casa pero ahora dicen sentirse desposeídos de su libertad educativa. Antes solo podían usar una tablet el fin de semana y nunca en su habitación.

Desde entonces, tienen sobre todo asegurarse de que esté siempre cargada y sus hijos pasan un número incalculable de horas con ellas. Entre dos ejercicios –y a veces durante– tienen la tentación de utilizar la tablet para mirar vídeos en YouTube o pasar tiempo en las redes. “Estamos obligados de estar siempre detrás porque esta tentación es demasiado fuerte para que nuestros hijos y les cuesta muchísimo seguir concentrados”.

Elena*, madre de un niño de siete años, cuenta cómo en su colegio toda la información referente a notas, asistencia y evolución de su hijo, solo se da a través de las plataformas disponibles a tal efecto, aunque por lo visto es una información sin carácter oficial de manera que para obtener las notas tiene que escribir al centro para que se las remitan.

Si os cuento estas historias hoy, es para dar cuerpo a lo que muchos sentimos tras el enorme impulso de la enseñanza a distancia después del Covid. La digitalización ha avanzado a marcha forzada sin tal vez tomar en cuenta algunos riesgos más o menos evidentes.

Y, ¿si no tengo un ordenador o tablet en casa?

No todos los estudiantes reciben una tablet al comenzar el curso y no todos los niños y niñas cuentan con las herramientas tecnológicas en casa.

Marina* tiene a su hijo en un colegio en el que hay muchas familias de bajos recursos, a las que se les está creando la necesidad de tener dispositivos suficientes para trabajar desde casa y a veces no se da el caso. “Con 8 y 9 años ya hay asignaturas que son únicamente a través de aplicaciones internas del centro que se trabajan en tablets, pero también se pide luego tener soportes en casa para continuar con el trabajo y hay familias que no se lo pueden permitir”.

“No confíen en la tecnología destinada a los niños : YouTube Kids, Instagram, Snapchat, etc. generan todos costumbres que pueden ser adictivas y nocivas”.

Roger McNamee – veterano de Silicon Valley y uno de los primeros inversores en Facebook.

La cuestión central de los datos personales

Uno de los riesgos más evidentes de las EdTech tiene que ver con la explotación de los datos personales. Según un estudio realizado por la empresa especializada en compliance digital Pixalate, el 76% de las aplicaciones destinadas a niños en Android transmiten la localización GPS (un 67% en iOS) y los anunciantes se gastan una media de 3,1 veces más para estar presentes en estas aplicaciones.

Google está en la meta de las asociaciones de protección de la infancia en Estados-Unidos por recolectar abusivamente e ilegalmente los datos personales en sus servicios destinados a niños. La plataforma Youtube Kids estaría siendo utilizada para generar y enviar publicidad personalizada a los más jóvenes. Hasta aquí parece que esto tiene que ver más con diversión que con educación, pero Google Classroom –masivamente utilizada en la mayoría de las Comunidades autónomas– es el objeto de acusaciones similares. Uno de los portavoces de Google afirmó en 2014: “la educación está en el corazón de la misión de Google: tirar hacia abajo las cuatro paredes de las aulas y hacer que la información sea accesible a todos los alumnos”.

Además de la explotación ilegal de los datos personales, la utilización de estos dispositivos plantea verdaderas cuestiones existenciales.

Una vez estos jóvenes hayan llegados a la edad adulta, sus preferencias, pensamientos, creencias e inclinaciones serán conocidas, lo cual les hará extremadamente vulnerables a cualquier manipulación. Pero si la inmensa mayoría de los adultos siguen sin entender lo que está en juego con sus datos personales, cómo podemos esperar de los niños que comprendan sus ramificaciones a largo plazo. Así, según la empresa británica especializada SuperAwesome, cuando un niño alcance la edad de 13 años, las sociedades de publicidad en línea dispondrán de una media de 72 millones de datos sobre él.

Las pruebas sobre los efectos negativos de la sobreexposición a las pantallas se acumulan

Ningún estudio independiente ha conseguido demostrar un efecto positivo de la digitalización de los aprendizajes, al contrario: el informe Pisa de 2015 de la OCDE reveló que los países con un nivel escolar más bajo son aquellos en los que se usan más las herramientas digitales.

Lo que sí ha sido sobradamente demostrado es el riesgo que representa la sobreexposición a las pantallas para los jóvenes (cuyo impacto ha sido documentado por más de 1.500 estudios internacionales): trastornos cognitivos, de la atención y del habla, impacto sobre el sueño, intolerancia a la frustración, reducción de la empatía, depresión, etc.

Carmen*, profesora de primaria en un colegio de Cataluña habla de las dificultades que tienen los alumnos para gestionar el tiempo de uso de los dispositivos. “En mi cole hicimos un sondeo y había niños que pasaban hasta 9h diarias con el ordenador o dispositivos”.

Atrapados entre dos requerimientos – por un lado, el de utilizar las plataformas constantemente para hacer sus deberes, y por el otro, las advertencias sobre la sobreexposición a las pantallas y sobreutilización de los dispositivos – los más jóvenes perciben una especie de disonancia cognitiva que no hace más que aumentar el sentimiento de desorientación.

No es de extrañar –tal y como describo en Anestesiados– que los ejecutivos de Silicon Valley y de los magnates tecnológicos mantengan a sus hijos a distancia de este tipo de educación hiperconectada y privilegien lo analógico siempre que sea posible, tanto dentro com fuera de las aulas.

* Nombres modificados

Un experimento en España

«El uso informativo de las redes sociales por parte de los jóvenes españoles»

Algunos testimonios:

“He tenido más ansiedad que cuando intento dejar de fumar”.

“Cuando estoy en mi casa, después de cenar, me voy a mi cuarto a ver TikTok y al no tener móvil he hecho más vida en familia”.

“He conseguido leerme un libro completo. Hace seis años que no leía un libro por placer”.

Entonces, ¿qué hacer?

Pienso que el primer paso sería introducir un debate donde sea posible: hablándolo en las asociaciones de padres, con los profesores o con el director del establecimiento en la que estén escolarizados nuestros hijos.

Personalmente estoy notando una demanda creciente para entender mejor lo que está en juego y cada vez son más las instituciones, comunidades autónomas, los colegios, etc. donde intervengo para fomentar este tipo de debate entre todas las partes implicadas: profesores, padres, alumnos, políticos, etc. E incluso cuando imparto un taller o una conferencia ante los públicos más jóvenes, trato de evitar limitarme a los riesgos que se comentan siempre: ciber-buillying, grooming, etc. (por muy importantes que sean) para promover una reflexión mucho más amplia y fundamental sobre cómo la tecnología actúa en nosotros. “Me pareció muy potente y nueva la idea de explicar a los jóvenes la idea de que, sin darte cuenta, coartan tu libertad”, coordinadora educativa de un Colegio privado de Madrid.

Claro que no se trata de demonizar las herramientas tecnológicas, sino de proceder a un análisis coste-beneficio y ser más selectivos y exigentes antes de digitalizar muchos procesos de forma indiscriminada.

Por una escuela sin pantallas

En Francia, varias asociaciones se han juntado para denunciar la catástrofe educativa, psicológica, medioambiental y social que supone la digitalización indiscriminada de la educación, y demandar una escuela más analógica. Aquí la petición que firmaron.

>> ¿Conocéis alguna iniciativa similar en España?

>> Si no, ¿me ayudáis a lanzarla?

Cualquier mensaje al respecto, bienvenido.

Mientras tanto, lo que podemos hacer individualmente (aunque requiera un esfuerzo y compromiso exigente) es proteger a nuestros propios hijos. Si el entorno escolar y social se ha convertido en una máquina de colecta de datos personales, que fomenta la pérdida de atención y diluye la conciencia, nuestro hogar puede al menos servir de escudo ante estas dinámicas. Para esto, os aconsejo:

  1. escoger al máximo herramientas protectoras de nuestros datos. Si os interesa he incluido un apartado en mi web con alternativas a los gigantes tecnológicos que no están basadas en la explotación de los datos personales y no participan en la deshumanización del mundo de la misma manera que los GAFAM.

    >> Por ejemplo, podéis crear una cuenta de Proton en lugar de Gmail para vuestros hijos.

  2. privilegiar el papel y el boli cada vez que siga siendo posible, etc.

  3. retrasar su acceso a las redes sociales. Recordemos que, por ley, TikTok, Instagram, etc. están restringidas a los menores de 13 años.

    >> Dejar a sus propios hijos usarlas antes es perjudicarse a sí mismo pero también a los demás porque contribuye a un entorno en el que parece indispensable usar estas plataformas para seguir integrado.

Los retos de la tecnología digital en los coles

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Una vez al mes, propongo una reflexión sobre una faceta específica de la influencia de la tecnología digital en nuestras vidas para ayudar a entender mejor la transformación acelerada de nuestro día a día.

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