Del “Made in China” al “Made by AI”

En las últimas décadas los Estados Unidos (y Occidente en su conjunto) externalizaron a China gran parte de su esfuerzo de producción, dándoles acceso a todo tipo de objetos de consumo a bajo coste.

Estuvimos muy contentos.

Mientras delegamos en China y en otros países asiáticos aquello que antes hacíamos nosotros, invertimos masivamente en su economía, le cedimos propiedad intelectual y, como resultado, inició un proceso de desindustrialización.

De pronto, EE.UU. despertó, ofuscado al descubrir que había perdido precisamente aquello que lo había hecho grande. Se dio cuenta de que ya no tenía los medios para fabricar lo que necesitaba.

Entonces tomó la medida de la extensión de su dependencia. Y de su vulnerabilidad.

Intentó proteger su economía y, pocos días después, cayó en que no era viable: ya no eran capaces de producir por sí solos lo esencial. Acabó retirando las mismas tarifas aduaneras que había instaurado días antes sobre los productos digitales que les eran esenciales.

A lo largo del tiempo, la industria china dejó de limitarse a copiar y ejecutar. Había aprendido a ser creadora. Ya no era la fábrica del mundo, sino también su laboratorio.

 
 

¿Y cómo iba a recuperar el control Estados Unidos? ¿Cómo iba a responder Occidente?

Con la inteligencia artificial, por supuesto. Pero, ¿cómo exactamente?

Delegando en la IA su esfuerzo de concepción y producción con el fin de acceder a todo lo que necesitamos al menor coste y con el menor esfuerzo posible. Invirtiendo cientos de miles de millones en su desarrollo para poder externalizarle lo que sabemos hacer. Transfiriéndole nuestro know-how y propiedad intelectual, enseñándole todo lo que sabemos hacer para que ella lo haga más rápido y más barato.

Tal vez un día despertemos y nos ofusquemos al caer en que nuestra especie ha perdido lo que la había hecho grande.

Tal vez observemos de pronto que aun más personas son sedentarias y se han desacostumbrado a esforzarse.

Tal vez la IA deje de ser una simple ejecutora y se haya convertido también en la que da las órdenes.

Tal vez, llegado este momento, nos demos cuenta de que ya no disponemos de los medios intelectuales y materiales para desempeñar nuestro papel de seres humanos.

 
 

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Y quizás, llegados a este punto y habiendo tomado la medida de nuestra vulnerabilidad y dependencia, tratemos de protegernos. O quizás la IA nos haya anestesiado para entonces y ni nos demos cuenta.

Entonces diremos: "lo que pagaría para volver al momento en el que todavía pudiéramos haber actuado, aunque sea unos años atrás, ahí hacia el año 2025".

Nuestra debilidad ante el canto de las sirenas de la IA recuerda a la que tuvimos al caer en la trampa de dejar de producir para que otros lo hagan sistemáticamente en nuestro lugar. Y sobre todo, la misma absorción en el corto plazo y ausencia de estrategia.

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